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En la semana, Pity Alvarez, había dicho que muchas canciones de las que sonarían en el show de Rosario, serían b-sides y cumplió con la promesa. Arrancó con “Hermanos de sangre”, pero también estuvieron: “Una vez más”, “Te empezás a chorrear”, “Dámelo” y “Adrenalina” y las consagradas, dentro del firmamento stone local: “Homero”, “Perra” y “Lo artesanal”, con una estupenda sesión de vientos incluida, que quizás no pudo ser apreciada mejor, por la pésima acústica que tiene el reducto leproso. Pero básicamente la distorsión se apoderó de todos los oídos a lo largo de un show bien rockero.
Algunos solos de Peluca Hernández (guitarra), los bronces, los teclados, los dos coreutas (uno trajeado y una dama con voz negra, teñida de rojo fuego que estalló sus amígdalas y casi ni se la pudo disfrutar), y las ocurrencias de Pity fueron lo mejor. La banda tiene ensayos por delante. Le faltan pulir algunas cosas. Hubo cambio de baterista entre tema y tema y se sucedieron algunas improlijidades en los instrumentos, quizás porque regresar a la estética del rock barrial, así lo demande, ya que la relación con el público, tuvo más de hinchada de fútbol que de interpretación de lo que se intentó transmitir.
En “El árbol de la vida”, la viola no quiso lola, al igual que en “Se fue al cielo” (que junto con “Una piba como vos” fueron las dos de su ex banda en la noche del sábado), aunque Pity no escatimó, tomó otra guitarra y se despachó con una íntima y delicada versión para cerrar el show autenticamente, y con una gran canción de su primer disco con Intoxicados.
Pasó de todo. Le afanaron un trapo con un ínfimo emblema de River a unos pibes, o por lo menos se lo hicieron descolgar porque era la previa del clásico rosarino (Central-Newell’s jugaron el domingo), se escuchó un tema “nuevo” con claras influencias de Pappo, pero en más de una oportunidad, sus compañeros tuvieron que calmar a un Pity desencajado, cuando intentaba profetizar, apocalípticamente, el fin del mundo o la invasión a la ciudad de Rosario, dónde dijo que le gustaría vivir. Hasta le tiraron un documento, y resolvió la cuestión diciendo: “Tiren más… así puedo salir del país” y nadie pudo contener la risa.
La organización estuvo impecable, descartando los miedos que habían quedado después del incidente en Velez (días después murió un chico que había sido golpeado). En el escenario, que parecía un proscenio teatral, hubo una pantalla, que emulaba un ojo y mostraba imágenes que intercalaban sadomasoquismo y psicodelia, un poco de cada yerba.
Unos chicos se preguntaban detrás: “¿Por qué está tan quemado?”, cuando Alvarez entablaba algún raro discurso apocalíptico. Tal vez, componer para Viejas Locas, no lo comprometa tanto estéticamente, como sí lo hacía Intoxicados. No es comparar, ni decir que un proyecto es mejor que otro, no es que lo que haga ahora no tenga creatividad, pero hasta inclusive en su forma de actuar parece estar regresando a sus orígenes, de estrella de rock stone incorregible, inmanejable, humilde, y desinteresado, una manera de reflejarse en la letra de “Botella” (interpretada por Fachi -bajo-) como si fuese un mantra. “Quiero estar re borracho, caminando por ahí”. Pity da para más, pero en su documento de identidad, curiosamente, firmó como Viejas Locas, y esa es su marca registrada.
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